La noche escarlata

Valolopez

Envenéname de tu néctar
moldeame como barro tierno, sin forma, sin color, a tu placer y antojo.
Dime las palabras más oscuras que en tu interior habitan, con una voz que a arañar tu espalda invita;
lame cada centímetro con tu lengua que se lleva consigo todo rastro de personas, lugares y tiempos.
Porque hoy soy de nuevo virgen; hoy estoy limpia, hoy conoceré el sabor de la lujuria, el sonido de la lluvia que siento correr dentro de mí, de la estampida de sangre que fluye al tener un cuerpo extraño muy dentro de mí.

Esta noche confundiré el dolor con placer, gritaré y gemiré sin saber exactamente por qué.
Tendré miedo y me asustaré, sin embargo no pararé de pedir una y otra vez que lo que sea que hiciste para aqui tenerme, lo hagas otra vez.
Que no me iré sin ver mi cuerpo florecer, que no se calmará esta sed sin sentir arrepentimiento después, que no lloraré hasta no acabar de una vez lo que iniciaste en mí.

Que esta sensación no parará hasta escucharte gritar, que no abriré los ojos hasta este sueño no terminar.
Que esta noche soy otra, que estoy desprovista de armas, de recuerdos, de precauciones, que soy vulnerable y frágil, pero que quiero que me trates como si jamás por mi pasara la muerte o el dolor.
Que en esta noche tan espesa, mi conciencia laxa y mi moral inexistente son las llaves que tanto buscaste y que ahora tienes.
Que los placeres de la carne fueron hechos para disfrutarse una y otra vez.
Que si bien el éxtasis es efímero, tenemos la posibilidad de reproducirlo una y otra vez, como una melodía en el disco.
Que ya no me importa condenar mi alma y maldecir mi nombre.
Que el rojo del vino es el rojo de la pasión.
Que hoy me harás tuya;
cuando llegue la mañana me iré.